Actos de fe, imágenes transfiguradas

Blanca González Rosas, 25 de febrero 2001

Bajo la reflexión y selección de cinco curadores –Ery Cámara, Edgardo Ganado, Luis Gallardo y la directora y el curador del recinto, Paloma Poraz y Príamo Lozada-, con la exhibición de 45 obras en diferentes géneros pertenecientes a la más reciente producción del arte contemporáneo mexicano, y 18 piezas virreinales, la muestra Actos de fe, imágenes transfiguradas anunciaba entonces como tema “el impacto del arte religioso en el arte contemporáneo”.

Tema acertado porque integraba la historia y el futuro del recinto: su catolicismo virreinal como Convento de San Diego de Alcalá; la secularización artística de los imaginarios religiosos que se mostraron en el mismo inmueble de 1964 a 1999, cuando se convirtió en la Pinacoteca Virreinal de San Diego; y su actual experimentación contemporánea. Tema interesante porque permitía la confrontación entre la creencia y la incredulidad. Tema actual, porque en los dos últimos años, se han recrudecido en el ámbito artístico internacional las polémicas en torno de significaciones profanas de imaginarios religiosos.

En su montaje, la muestra no cumplió las expectativas y se descubre con indefiniciones conceptuales y errores museográficos que, inclusive, la pulcra y notoria calidad artística de las obras no puede disimular. Sin embargo, a pesar de no haber alcanzado un éxito total, el proyecto demuestra que en México es conveniente arriesgarse con curadurías experimentales. Por supuesto, realizadas con el tiempo necesario para presentar un servicio de calidad, y no sólo para cumplir con los requisitos políticos que, en este caso, exigía la inauguración del Laboratorio.

Además de la exhibición de obras en video que casi no se ven por el exceso de luz natural, y de la transmisión de entrevistas que casi no se escuchan por la acústica propia del espacio, las imprecisiones conceptuales se manifiestan en la faltan de relación entre las obras contemporáneas y las virreinales, o entre las primeras y la temática religiosa.

Aun cuando están presentes artistas que desde hace años han reflexionado en sus obras sobre aspectos de la religiosidad católica colectiva y personal –como Nahum Zenil, Gustavo Monroy, Germán Venegas y Nestor Quiñones-, la mayoría de las piezas delata una forzada interpretación curatorial. El video …de negocios y placer, de Iván Edeza; la pintura La muerte del tigre de Santa Julia, de Daniel Lezama; la sugestiva instalación con armas de hielo pintado de rojo que al derretirse tiran los casquillos de balas que tenían incrustados, de Magdalena Martínez; las espléndidas esculturas de tamaño natural que se encienden como velas y se desangran-derriten como hombres y mujeres, de César Martínez, son algunas de las obras que si bien inciden en aspectos violentos y dolorosos de la vida cotidiana, carecen de relaciones con el ámbito de lo sagrado o con el pasado virreinal. Inclusive, la mayoría de las piezas de Zenil en torno del matrimonio forman parte de este rubro.

En la selección existen ausencias que deberían estar en presencia de las que se debió prescindir. Si de evocaciones religiosas y virreinales se trataba, faltan entre otros Rubén Ortiz, Dulce María Núñez, Eloy Tarsicio, Pablo Ortiz Monasterio, Claudia Fernández, Arturo Rivera, Irma Palacios y Lourdes Almeida.

La interpretación femenina del imaginario religioso está bien representada en los reclinatorios con rosas y espinas de Betsabé Romero, y muy especialmente, en las irreverentes piezas de Ornella Ridone, quien con hilos y alfileres borda y aborda la relación de la virginidad y la maternidad.

Además de las complejas Mandalas, de Monroy y del espléndido Cristo sin cruz de la Cruxifición, de Venegas, sobresale la reciente instalación de Quiñones, quien con tenedores de plástico transparente hizo crecer la hiedra de Nuestras oraciones inconscientes,que con formas irracionales busca la vida encajándose en el alimento y siguiendo la luz.

La reflexión a través del humor profano encuentra una certera representación en las obras de Abraham Cruzvillegas. Su gigantesco San Cristóbal de sólo dos varas y dos zapatos deja al descubierto un buen entendimiento del misterio religioso.

En conclusión, si de confrontaciones con la religiosidad contemporánea se trataba, hubiera sido más enriquecedor un atrevimiento osado y no sólo una catalogación ligera. La muestra se clausura el 11 de marzo.