En los últimos años los medios que han seleccionado los artistas para exponernos sus preocupaciones se han multiplicado. Estamos frente a un buen número de opciones plásticas que cada vez se diversifican más y dan cuenta de las maneras de cómo se pueden desarrollar temas a través de los materiales y [las] técnicas, como el video o por medio de las formas tradicionales como el bordado. Aún más, las técnicas que surgen de la constancia y la experimentación son bienvenidas. Es el caso de las obras que realiza a últimas fechas Ornella Ridone con terciopelo y alfileres.
Después de trabajar por algunos años con alfileres y plástico, para calcar los cuerpos de sus amigos y gentes más cercanas, Ornella llegó a la conclusión de que con el delgado y brillante metal de los alfileres podía dibujar. Sobre un terciopelo obscuro trazó las primeras líneas, traspasó los alfileres por algunas secciones de la tela engarzándolos, colocando uno junto al otro fue inventando las formas que de sus recuerdos fluían. El objeto final es una imagen que nos recuerda los trabajos que podemos observar en algunas iglesias de santos o figuras realizadas con milagritos de hoja lata o de bronce. Los contrastes entre los fondos negros y los destellos plateados son un recurso plástico muy efectivo. La misma técnica parece evocar, por la manera de realización a un zurcido, un cosido o un bordado.
Las imágenes en todos los casos, aunque no lo sean, nos remiten a formas religiosas; se percibe una influencia de la iconografía cristiana, en algunas obras es una glosa y en otras es el ambiente que se torna místico. En Soñé contigo, vemos al centro una ánima que purga su condena entre la[s] llamas, a la izquierda una ciudad y del otro lado un jinete con sombrero y pluma. Es como un sueño que se torna castigo o es el recuerdo que se quiere olvidar porque surge constantemente y nos daña…
La obra de Ornella Ridone siempre está cargada de las imágenes que le ha proporcionado su experiencia o de las preocupaciones que la aquejan constantemente. En los trabajos titulados Vida en pareja, dos obras que se emparentan por el tema, vemos un par de personajes en distintos momentos, pero ensimismados, unos jóvenes y otros viejos. En ambos casos parecen negarse uno al otro. En una relación de pareja que existe en tanto no se interfiera con el otro. En [el cuadro] Vida en pareja 2 el hombre se encuentra frente a un televisor, seguramente un pasatiempo de su predilección, y la mujer está sentada junto a un librero, haciendo notar sus gustos. Los dos tienen su objeto de referencia simbólica, pero no narran una historia: quieren evoca[r] un recuerdo.
En otro sentido la realización de bordados sitúa a Ornella en un estado intermedio entre la pintura y los textiles, estos últimos trabajados con anterioridad por la artista. El bordado es un rito doméstico confinado principalmente a la mujer, lo cual ha provocado que por este medio Ornella se identifique con él en diversos sentidos. Uno de ellos es la realización manual y casi artesanal de cómo se hacen y otro por las posibilidades plásticas que pueden otorgar el entramado, las texturas y los hilvanados. Se pinta con el hilo, pero en ocasiones también se dibuja con las líneas que se puedan trazar con distintas puntadas.
Unos costales sirvieron a Ornella como soporte y material simbólico para hablarnos de su autobiografía. En su serie, del mismo nombre, se refirió a siete años de su vida por cada costal: todos pretenden ser un microcosmos seccionado de su memoria, de siete en siete como número cabalístico, conformó los procesos más significativos en su vida. Las burdas telas deslavadas, rotas y usadas nos refieren inmediatamente al pasado, pero a un pasado que se puede recuperar a través de las imágenes, para quedárnoslo o para desecharlo. En la primera obra de la serie podemos observar, al centro, un desnudo femenino de frente que no tiene cabeza, es un autorretrato que pretende ser anónimo, oculta el rostro, como si quisiera negar la identidad. Del lado izquierdo arriba dos ángeles sobre nubes leer, y debajo se encuentran plantas y arbustos. Del lado contrario encontramos un paisaje marino en rocas. En esta obra, como en todas las de esta serie, la artista reflexiona sobre su vida y saca a flote sus recuerdos de niña y adolescente, la buena relación con su hermano, representada por los seres angélicos, y los cambios biológicos y psicológicos que se llevan a cabo en esa etapa de la vida que nos marcan para el futuro.
En el segundo vemos en la parte superior lo que parecen ser rutas aéreas, a la derecha un torso de mujer desnuda con el pelo largo y a la izquierda un hombre vestido, con saco y moño, con sus órganos sexuales de fuera. Junto a este personaje, a una escala más pequeña, se encuentra una mujer también desnuda. Quizá ésta es una de las obras menos simbólicas y más directa de la serie. La podemos interpretar como una reflexión sobre viajes y relaciones que tienen que ver mucho con un despertar erótico, sentimental y sensual.
La serie se desarrolla como un cúmulo de imágenes que nos revelan lo íntimo de una mujer, las circunstancias más significativas o que vienen a la memoria constancia, los recuerdos que se atropellan y que no tienen un orden establecido, como en la pieza número cinco de esta autobiografía, la más colorida y la más emblemática.
Alrededor de una mujer desnuda cruzada de brazos y con un gesto ambiguo, entre que llora, grita y se ríe, la artista dispuso una serie de objetos y dos paisajes. Estos últimos se encuentran en los ángulos inferiores: uno es una ciudad y el otro es un campo, refiriéndose a los distintos ámbitos en donde ha vivido. Más arriba encontramos [unos] juguetes, una televisión, una licuadora, un florero con ramas secas, un coche y otros elementos que nos acercan a los posibles recuerdos de la artista y sus preocupaciones en torno a sus relaciones cotidianas y a su condición de madre, mujer y esposa. Sus gustos, desencantos y recuerdos los cifra en estas imágenes evocativas y contrastantes.
La síntesis de esta serie de obras es el trabajo titulado Inmaculada concepción. En él vemos, sobre una tela configurada de un sinnúmero de hojas en diversos tonos, a dos mujeres: una de color obscuro y otra blanca, la artista. Se encuentran encinta, los grandes senos y el vientre abultado así nos lo indican. Ambas están sobre llamas, como en la imagen del purgatorio de la obra Soñé contigo, pero en este caso no parece sufrir los personajes, sino todo lo contrario se encuentran, según sus gestos, contentas. La mujer blanca lleva en la cabeza una corona de flores. Estas imágenes se refieren al dolor y a la alegría del embarazo, al gozo femenino de llevar en el seno a un hijo. A la derecha se observa a otra mujer sujetada del tronco de una palmera, su rostro denota placer. Los ojos cerrados y la mueca de su boca expresan un suave sentido sensual y erótico que complementa a las otras imágenes. También la mujer y el niño que nada, que se encuentran arriba al centro del bordado, son una metáfora al nacimiento y a la profunda y sincera convicción de ser mujer.