Visita al taller de Ornella Ridone

Luis Gallardo

El cuerpo –nuestro cuerpo- contenedor, parapeto, armadura, envoltorio, cáscara, mortaja. El cuerpo, nuestro cuerpo- límite, frontera, unidad, vida. La relación con el entorno se realiza por intermedio no del intelecto sino de nuestros sentidos: el tacto, el gusto, el olfato, el oído, la visión. Por ellos reconocemos, paulatinamente, lo circundante. Preguntarnos por nuestra corporeidad, por cómo es que nos diferenciamos de lo externo, es una preocupación permanente en la existencia humana.

Esta inquietud ha derivado en una importante vertiente del arte contemporáneo mexicano. En la medida en que el hombre empieza a poseer cada vez más, como un signo de éxito, termina por alejarse, gradualmente, de lo más íntimo, lo único que en verdad posee y con lo que desaparecerá y dejará de existir, transformarse en polvo, tierra o nada, el cuerpo.

Para Ornella Ridone esta preocupación ha surgido a partir de una de las primeras etapas de su trabajo textil, una especie de nidos que albergaban una anécdota externa al espectador, un imaginario fantástico. Sin embargo, por una necesidad natural, estos nidos gestaron una existencia independiente. Originando en la idea de los nidos pero, al mismo tiempo, expulsado por ellos, se forma un cuerpo-vitrina en donde el espectador se asoma y violenta su intimidad más profunda: entrañas artificiales, gastadas por el tiempo y el uso, extracto de desechos industriales, son el parangón del desgaste natural de un cuerpo, el propio o el ajeno.

En otro sentido se encuentran las historias personales, las que contienen y develan la disposición de los elementos que constituyen a los mismos cuerpos. El naturalismo subyugante de las piezas que forman en conjunto, derivan de la carga emotiva de la realización. Cada uno de los cuerpos fue moldeado de manera directa, sección por sección; el entretejido de los pequeños segmentos de plástico dan forma a una copia, a una especie de clon translucido en la que, también, el sudor y el recato cultural se entretejen.

Ridone no idealiza cuerpos, no les impone cánones temporales o tradicionales de belleza, advierte, al contrario, la belleza propia, el volumen, los rasgos particulares de lo femenino, lo masculino y la androginia. Es lo real, una realidad en la que el espectador puede asomarse, realidad envuelta en plástico, realidad sostenida por alfileres y costura que dialogan en una permanente transición entre el afuera y el adentro del cuerpo, nuestro cuerpo.